domingo, 19 de junio de 2016

La evolución de la bicicleta y la lavadora. por: Rubi Yarit


La evolución de la bicicleta y la lavadora.
por: Rubi Yarit

En los últimos años, hemos visto como algunas compañías dedican esfuerzos en crear la nueva generación de electrodomésticos, los cuales ya cuentan con conexión a internet y a nuestro smartphone, son capaces de mostrar el estatus de sus tareas en tiempo real, así como anticiparse ante próximas actividades, entre otras cosas, pero al final todos mantienen la misma esencia y capacidad de hacer lo que siempre han hecho.
Por ello es interesante ver cuando se le da un giro a objetos que han estado con nosotros desde hace varios años, y más cuando se pueden combinar, teniendo así dos objetos en uno, cada uno enfocado a su tarea pero por medio de una misma actividad, como ahora en el caso de esta bicicleta con lavadora integrada.
BWM: la bicicleta fija que lava ropa

Bajo un proyecto de diseño industrial e ingeniería, un grupo de estudiantes de la Universidad Dalian Nationalities en China, han creado un interesante dispositivo que une, la a veces tediosa, tarea de lavar la ropa y el hacer ejercicio por medio de una bici estática.





Falta el vínculo de donde obtuviste la información.

martes, 14 de junio de 2016

BICI-MAQUINAS



¿Qué son las bicimaquinas?



Hay diferentes ejemplos de máquinas impulsadas por medio de las piernas, en las cuales tenemos siete veces más fuerza que en los brazos, obteniendo una capacidad más alta que la manual para hacer mas agradable y fácil las tareas cotidianas.

Se han podido construir diferentes objetos, para licuar, moler, bombear agua, afilar herramientas, cortar, generar electricidad, lavar ropa. Únicamente requieren imaginación, ganas, responsabilidad y sobre todo el pedaleo de la persona.


     
  


HOLA LESLY, ES INTERESANTE, PERO RECUERDA QUE AL CITAR LA PAGINA DE MAYA-PEDAL NO ES NECESARIO ESCRIBIR TODO, SIMPLEMENTE HAS TUS COMENTARIOS, QUE TE PARECIÓ INTERESANTE Y DEJA EL VÍNCULO  EN LA DIRECCIÓN ELECTRÓNICA.


MAYA PEDAL 

Para ver ejemplos de Bici-maquinas... http://www.labioguia.com/tag/bicilavadora 

En Maya Pedal utilizan partes de bicicletas usadas para construir Bicimáquinas que entregan a personas individuales y grupales a precios subvencionados. Apoyan pequeños proyectos auto-sostenibles, con el fin de preservar o mejorar el medio ambiente, la salud, la productividad y la economía de las familias de áreas rurales.
Esta organización ciudadana guatemalteca está ubicada en el pueblo de San Andrés Itzapa, Chimaltenango, una pequeña comunidad localizada en el área montañosa de Guatemala, a 40 minutos dela vieja capital Antigua. Su historia empieza en el año 1997 con el trabajo de un grupo de canadienses de la organización PEDAL que arrancan el proyecto y es en el año 2001 cuando se constituye la Asociación Maya Pedal.
Cada bicimáquina se construye artesanalmente en el  taller de Maya Pedal utilizando bicicletas usadas, concreto, madera, y metal. La organización ha diseñado varios modelos funcionales y económicos. Algunas bicimáquinas son: bicilicuadora, bicibomba de agua, triciclos y remolques, bicilavadora de ropa, bicidesgranadora de maiz, bicigenerador de electricidad, bicisierra, biciazadón/arado, bicidespulpadora de café. En este enlace encuentras la descripción de cada bicimáquina.
Para más información visita su página:
 http://www.mayapedal.org 
https://youtu.be/oM7l9E6u6TU
https://youtu.be/Fl1Hqc1MGJk

Una labor llevada a cabo por organizaciones como Maya Pedal, con sede en Guatemala y constituida en el 2001 gracias a la inspiración y al trabajo en común desarrollado por los canadienses PEDAL. Pero también gracias a otras como Bici Tec, la africana Bikes not Bombs o la cooperativa Working Bikes en Chicago, cuya labor es el reciclaje y distribución de bicicletas viejas o rotas.
Más allá de las ventajas que ofrece la bici como medio de transporte, destaca su increíble versatilidad como fuente de energía, que la convierte en un aliado único para familias o aldeas con pocos recursos. Las bicimáquinas les grantizan una independencia y un desarrollo esenciales, al no tener que depender de otras fuentes de energía como la electricidad, el combustible fósil o la maquinaria agrícola.
“Eco-” y “Auto-“, prefijos clave
Esta alternativa energética no sólo es respetuosa con el medioambiente, sino que también es saludable, funcional y económica. Países como México o Perú ya han empezado a distribuir bicimáquinas, e incluso el MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, está colaborando mano a mano con los diseñadores para crear y perfeccionar nuevos modelos.
Pero, ¿qué son exactamente? Estos híbridos son máquinas cuya energía proviene de la fuerza del pedaleo, lo que constituye una ‘tecnología intermedia’; una herramienta que permite obtener un rendimiento más alto y con menos esfuerzo que si se utilizara de forma manual. Además, al servirse de bicicletas usadas y materiales comunes como la madera, el metal o el plástico, su coste es mínimo, y sus beneficios, muy altos.
“Al pedalear conseguimos diez veces más fuerza que la ejercida con los brazos”
“El objetivo es desarrollar y compartir conocimientos que impulsen la salud, la economía, la conciencia energética y la autonomía laboral”, afirman los responsables de Bicimaquinas.com, de Jalisco (México) quienes desde 2012 han desarrollado y distribuido un total de 14 modelos. Las aplicaciones de las bicimáquinas son muy variadas: desde licuadoras o lavadoras hasta bombas de agua o generadores de energía. Y todas ellas desarrolladas a partir de una bicicleta adaptada de la cual se obtiene la energía.
Pero más allá de la admiración inicial que suscitan estos increíbles y sencilllos ingenios, la pregunta es: ¿cómo funcionan?; o mejor aún: ¿podría fabricarlo uno mismo? La respuesta es sí. De hecho, uno de los principales objetivos de estas organizaciones es lograr la mayor difusión posible, facilitando toda la informanción necesaria -hay multitud de detallados manuales y tutoriales en Internet– para que las familias puedan usarla como herramienta agroindustrial, tanto en el campo como en casa. “Uno de nuestros principales objetivos es diseñar, difundir y distribuir bicimáquinas que cubran las necesidades de las comunidades y que les hagan incrementar su productividad, sobre todo en las zonas rurales”, explican desde Maya Pedal.

¿Por qué usar la fuerza de los pedales para activar máquinas?

En las piernas se encuentran los músculos más potentes del cuerpo. Disponer de elementos que permiten aprovechar su fuerza para activar máquinas de uso cotidiano trae las siguientes ventajas:
  • Es ecológico– Ya que solo emplea la que quizá sea la fuente de energía más limpia de todas, el propio movimiento humano. Aquí no hay emisiones de C02 artificiales.
  • Es muy económico– No requiere una máquina muy compleja (las bicimáquinas son de la denominada “tecnología media”), ni costosa y una vez que se dispone de ella, la obtención de energía es totalmente gratuita.
  • Permite a cualquier persona generar su propia energía de forma simple, con solo pedalear. Con ello se genera independencia de las líneas de suministro eléctrico o de la compra de combustibles, y con ello autonomía.
  • Propicia un desarrollo rural sano, equilibrado y protegiendo el medio ambiente
  • Fomenta el autoempleo
  • Fomenta el ejercicio físico
Maya Pedal la ONG de Guatemala que construye, desarrolla y promueve las bicimáquinas.
La iniciativa de propulsar diversas maquinas a través de la fuerza del pedaleo surgió en 1997 como resultado del trabajo de un grupo canadiense de la organización PEDAL que realizo diversos proyectos de desarrollo en el altiplano guatemalteco. Resultado de la misma, y con el fin de continuar con el desarrollo en Guatemala, se constituyo en 2001 la asociación Maya Pedal que, con apoyo hasta 2004 de voluntarios y pasantes de PEDAL, continua y amplia la iniciativa hasta nuestros dias.
Maya Pedal usa partes de bicicletas usadas, cedidas por voluntarios u organizaciones,  para construir bicimáquinas con diferentes aplicaciones, las cuales se entregan a personas o grupos a precios subvencionados por empresas, ramas del gobierno u organizaciones diversas. Con ello se apoyan iniciativas y proyectos autosustentables que mejoran y preservan el medio ambiente, la economía, la salud y la productividad de muchas familias del área rural.

domingo, 5 de junio de 2016

Aclaración

ACLARACIÓN:

Este es un blog que está en elaboración por alumnos de segundo de secundaria, es posible que en vez de citar información  mediante sus comentarios estén cortando y pegando toda la información de una página. Pido disculpas a quienes estén citando de esta manera.
La idea es que procesen la información de algunas páginas y sea mediante sus palabras que citen las páginas para tratar el tema de las bicimáquinas ya que está en curso la elaboración de una bicilavadora como podrán apreciar en algunas de las fotografías.





Respetuosamente

Miguel ängel Aguilar Rodríguez
elprofrmiguelangel@gmail.com

La energía Producida por el ser humano

Capacidad energética del ser humano

zoomCentral energética a propulsión humana a base de pedaleo comunitario.
La fuerza mecánica de los humanos nace de la aportación energética de los alimentos que dan movimiento a la musculatura e intervienen en el buen funcionamiento metabólico que nos permite la vida. El valor de los alimentos (vegetales y animales) es proporcional a la cantidad de energía que nos proporciona cuando se metaboliza en presencia de oxígeno. La unidad de medida es el Joule, aunque por tradición se emplea también la caloría que equivale a la cantidad de calor que necesitamos para aumentar en un grado la temperatura de un gramo de agua (ver cuadro de equivalencias al final del texto) [1]. Este unidad energética es muy pequeña por lo que la aportación energética de los alimentos se mide en kilocalorías (1 kcal = 1.000 calorías). Las dietas humanas contienen entre 1.000 kcal/día hasta 4.000 kcal/día. La cantidad de energía varía según la actividad que desarrollemos. No es lo mismo cortar leña que correr o atender el trabajo en una oficina. Una parte de la energía de los alimentos está destinada a lo que se llama mantenimiento metabólico basal (incluida la necesidad del reposo o dormir). En una persona adulta de unos 70 kg este mínimo vital se lleva ya unas 1.650 kcal en alimento. Aquí también es importante la dieta o aportación calórica de cada tipo de alimento. Mientras los hidratos de carbono proporcionan 4 kcal por gramo, igual que las proteínas, las grasas proporcionan 9 kcal por gramo. El combustible que ingerimos pues es determinante para la actividad que realizamos. Si consumimos más que no gastamos, pues uno engorda y podemos perder calidad metabólica (o sea perjudicar nuestra salud).
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Máquina de coser montada sobre un triciclo en Yakarta. Foto Wiki Commons.
La potencia media energética humana, con alimentación adecuada, está alrededor de los 150 W sobre una máquina capaz de su aprovechamiento, como es una bicicleta. Un aficionado al ciclismo puede dar fácilmente unas 90 pedaladas por minuto (1,5 pedaladas por segundo), de los que ya se consumen unos 100 W en mover el peso de las propias piernas. Los niveles de potencia que un ser humano puede proporcionar pedaleando depende de la fortaleza muscular, pero también del tiempo. Por breves espacios de tiempo sobre una bicicleta se pueden desarrollar potencias de hasta 400 W (determinados ciclistas de competición en un sprint), pero lo habitual es que para usos energéticos extendidos durante varias horas, no se supere los 50 W de potencia. Igualmente, el trabajo muscular depende también de la interacción con el entorno del ser humano. No es lo mismo el pedaleo estacionario que en ruta. En movimiento sobre un camino el ciclista ha de vencer la resistencia al viento y el rozamiento de la superficie por donde se circula. Además, la disponibilidad de líquidos y alimentos en el recorrido, la temperatura ambiental, etc. también influyen en la potencia final desarrollada por quien pedala.
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El potencial energético de la propulsión humana en bicicleta está condicionada por el propio diseño del ciclo y muy especialmente del sistema de pedaleo. Foto: Rotor RS4X de Rotor Componentes Tecnológicos.
Finalmente, la potencia real que podemos ejercer depende de la relación entre la velocidad de rotación en revoluciones por minuto y el rendimiento en la transmisión. Adentrarnos en el mundo de la ciencia sobre la bicicleta nos obligaría a una extensión y nivel de comprensión que ultrapasa la finalidad de este artículo. Sin embargo, de forma simplificada podemos afirmar que una bicicleta con un plato en el eje de pedaleo de 48 dientes y un engranaje de 12 dientes en la transmisión nos permite un desarrollo con sólo una pérdida del 10 % respecto a un ideal como es 15:1. En otras palabras aplicando 50 W de potencia el pedaleo nos entregaría 45 W. Sin embargo, hay otras partes que intervienen como son la medida de las bielas o también la propia posición del ciclista. Igualmente, el diseño del plato aporta mejoras en la eficiencia. Este es el caso de los plato ovalados oQring y el plato articulado Rotor [2] desarrollados por al empresa española Rotor Componentes Tecnológicos que incrementan entre un 11 % y el 16 % la potencia respectivamente en comparación con un plato dentado convencional. Pero si en vez de desplazarnos con la bicicleta, lo que queremos es generar energia eléctrica, el rendimiento final obtenido dependerá del ingenio que genere la energía eléctrica, en este caso la dinamo o generador.
En síntesis, un ciclista de unos 70 kg que pedalee entre 10 y 20 km/h consume entre 245 y 410 kcal/hora. Un ejercicio de esta potencia durante una hora al día y por semana supondría quemar entre 1 y 1,5 kg de grasa y nos aportaría la energía necesaria para ver una película en DVD sobre una pantalla plana de unas 19 pulgadas.

Redescubriendo la energía de los pedales
Partiremos del principio que una de las máquinas más eficientes para transmitir la potencia energética humana es la bicicleta. Recordemos que cuando uno se desplaza en bicicleta se consumen alrededor de 0,15 calorías por gramo de peso del individuo y por kilómetro, comparado con 0,75 calorías andando. Montados en una bicicleta, tanto por la posición del cuerpo como por su diseño preparado para el movimiento de la mayor masa muscular disponible en el ser humano (las piernas), se llega a grados de eficiencia elevados de hasta el 25 %. No es extraño pues que la invención de la bicicleta y de la electricidad pronto tuvieran una convergencia tecnológica. En seguida se aplicó al movimiento de la rueda la posibilidad de producir la iluminación para circular de noche con la llamada dinamo que rodaba sobre la cubierta neumática. Más tarde este mismo principio de generación eléctrica se aplicó sobre los bujes de las ruedas (dinamos de buje) que reducen la pérdida energética por el rozamiento. Finalmente, los propios engranajes ciclistas han servido para imaginar un sin fin de aplicaciones para obtener energía mecánica de una forma más eficiente.
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Herramienta de taladro accionada por pedaleo difundida por el grupo CCAT de la Universidad de Humbolt (EUA).
A principios de los años 70 y como resultado de la crisis energética muchas personas volcaron su capacidad intelectual para buscar cómo obtener energía con sistemas autónomos y menos dependientes del petróleo. Sin duda, las energías renovables, y en especial los ingenios eólicos y solares fueron de los primeros. Pero también recibió una significativa atención la energía de propulsión humana. Un libro histórico en este sentido es Pedal Power in work, leisure and transportation (Pennsylvania: Rodale Press, 1974) de James C. McCullagh que recopila algunas de las experiencias en el ámbito del aprovechamiento de la potencia de los pedales incluidas máquinas como los dynapod (dinamo de pié) o artilugios para trabajos mecánicos accionados a pedales. Hoy hay pedales generadores de electricidad para proporcionar iluminación, elevar agua con una bomba, pero también para trabajos mecánicos como moler grano, descascarillar frutos secos, mover herramientas como pulidoras, etc. La variedad de artilugios para generar trabajo en bicicletaconstituye uno de los elencos de tecnología apropiada más interesantes de todo lo disponible.
Existen diseños múltiples para realizar trabajos de forma más eficiente a partir de la energía que puede brindar el pedaleo. Son las llamadas bicimáquinas como los que promueve la organización mexicana Centro Autónomo para la Creación Intercultural de Tecnologías Apropiadas en México o la organización guatemalteca Maya Pedal. Estas organizaciones, además de diseñar sus bicimáquinas pues tienen también el objetivo de recuperar bicicletas viejas. Los inventos en este ámbito de lo que podemos llamar tecnologías apropiadas vienen desarrollándose por todo el planeta. Un ejemplo, curioso son las máquinas de coser a pedales que en Yakarta en Indonesia forman parte de los trabajadores a domicilio que ofrecen sus servicios de forma ambulante; razón por la cual van sobre un triciclo. La bicicleta como fuente de energía mecánica es sin duda la que tiene el mayor abanico de aplicaciones descritas y documentadas.
Si quieres conocer más del tema sigue esta dirección: http://www.terra.org/categorias/articulos/energia-de-propulsion-humana-en-bicicleta

jueves, 2 de junio de 2016

LA ERA DE LAS BICI-MAQUINAS

                                  MAYA PEDAL
El Instituto Teresa Lozano Long de Estudios Latinoamericanos (LLILAS) y la revista Anfibia crearon una beca para que un doctorando de la Universidad de Texas y un cronista investiguen y escriban juntos un texto. En la primera edición de la beca, una pareja anfibia se ocupó de los linchamientos en Bolivia. Este año, es el turno de dos guatemaltecos.


Maya-Pedal-Bicimaquinas


Carlos Marroquín había llegado a Manhattan hacía unas horas con su bici-desgranadora a cuestas.  Era una máquina de fabricación casera compuesta por una rueda, corona, pedales, cadena de una bicicleta, un armazón de acero, un asiento y una moledora de granos anexada a uno de los costados. Con ese aparato como equipaje había volado de Guatemala a Boston y de allí viajó en micro a NY. Esa misma noche, 13 de octubre de 2010, caminó los doscientos metros que separaban el hotel Maritime de sede de Google en la 9º Avenida. Sudado, con el pantalón a estrenar y una modesta camisa a cuadros, este ingeniero campesino de un metro sesenta de estatura, nacido en 1969 en San Andrés Itzapa, pueblo kaqchikel del occidente guatemalteco, iba a recibir el prestigioso Curry Stone Design Prize por sus innovaciones tecnológicas.

Las técnicas milenarias para desgranar las mazorcas del maíz son diversas y todas laboriosas. Con la bici-desgranadora un niño logra en unas horas lo que otrora le tomaba una semana a su familia. Carlos Marroquín es el inventor de una docena de bicimáquinas: bici-molinos, bici-licuadoras, bici-lavadoras, bici-despulpadoras o la bici-bomba que facilita la extracción de agua. Usualmente, el agua se saca de un pozo profundo con un lazo, una cubeta y (con suerte) una polea para elevar el líquido hasta la superficie, una cubeta a la vez. Con la bici-bomba, un anciano, pedaleando con ligereza, riega toda su parcela en apenas unas horas. Las máquinas creadas por Carlos hoy funcionan en un centenar de comunidades de Guatemala. Sus invenciones, además, son de “código abierto”: cualquiera accede a las instrucciones de uso y puede replicarlas.
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Las bicimáquinas son una adaptación ingeniosa. Tomando las partes de una bicicleta común (cadenas, engranajes de velocidad, manubrio, llantas, tubos, tuercas, cables, frenos) se construye una idea, un arreglo cinético, un invento que sirve para solucionar un problema. Así, licuar, lavar ropa, despulpar café o frutas, resultan actividades posibles–poleas y cadenas de por medio– para la fuerza humana. Carlos ha impartido capacitaciones en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Brasil, México y las reservas hopi del desierto de Arizona. Cientos de voluntarios del mundo entero han pisado su tallercito techado con lámina. Vernáculo polinizador global, ha podido ser tan cosmopolita como los miembros del jet set latinoamericano; un nodo en una red transnacional tejida con sus propias manos.


Carlos viene de un país donde pocos han triunfado con sus innovaciones en las grandes ligas del ámbito tecnológico global. El más destacado es el informático y programador Luis Von Ahn, pionero en el asunto de implantar una idea –una genial idea–, como la de hacer que la humanidad entera trabaje en un gigantesco proyecto para digitalizar todos los libros del planeta mediante los programas llamados Captcha y reCaptcha. Su invento más reciente es la aplicación Duolingo, un App indispensable para traducir. Carlos viene de la misma Guatemala que Von Ahn, del mismo país que cumplirá dos décadas sin “guerra interna”, pero de diferente contexto. Los inventos de Von Ahn estallan en las grandes ciudades y los de Carlos cobran vida lejos del ruido; lejos incluso de las computadoras, las tablets, los smartphones, las redes sociales y el massmedia. Están incluso fuera del alcance de las gigantescas estructuras que transportan electricidad. Las bicimáquinas, justamente, son más útiles allí donde ni la electricidad llega.

La diferencia principal entre las innovaciones de Carlos Marroquín y Luis Von Ahn no radica en su nivel de sofisticación técnica.  Más bien, su diferencia crucial está en la naturaleza misma de las tecnologías—los marcos infraestructurales u ontológicos—a los que cada una pertenece.  Podríamos decir que las bicimáquinas y las herramientas digitales de Big Data representan dos visiones divergentes, aunque no necesariamente antagónicas, de lo que hoy se entiende por desarrollo, el bien común y el porvenir del país. 
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—No es para mí que lo hago. Mi mente es así, ante una necesidad, una solución. Si agua no hay, la bicimáquina puede hacer que el agua salga de los pozos. Si el maíz hay que desgranar, la bicimáquina puede facilitar la tarea.

Carlos describe las bicimáquinas como “una tecnología intermedia, entre artesanal e industrial, que aumenta la productividad y los ingresos familiares sin interrumpir o modificar demasiado las formas en que se relacionan las personas en comunidad”. Suena como un manifiesto político, aunque él mismo no lo conciba de tal manera.  Las bicimáquinas corresponden a una infraestructura tecnológica que es adecuada (apropiada) y proporcional a la forma de sociabilidad de las comunidades campesinas.  En este sentido, son un recurso político.

Chimaltenango, la región de donde viene Carlos, además de una zona de fuerte presencia guerrillera, militancia indígena y represión militar, ha sido un semillero de innovadores kaqchikeles.  En 1972 un pequeño grupo de campesinos impulsó una alternativa agroecológica en vez de la agricultura convencional.  Esto marcó el inicio de uno de los movimientos más influyentes—y menos conocidos—del continente: el movimiento Campesino a Campesino.  Sus líderes fueron reprimidos y los pocos sobrevivientes se exiliaron en Tlaxcala, México, donde su metodología echó raíces. Más tarde, el método fue institucionalizado en la Nicaragua Sandinista y posteriormente, en los años 90, se convirtió en cimiento para el florecimiento de la agricultura sostenible cubana en pleno Período Especial. 


Cuando Carlos se hizo inventor, en octubre de 1979, en medio de la guerra, la revolución sandinista había tomado el poder en Nicaragua. En Guatemala la guerrilla nunca logró constituirse en un adversario militar, por eso, como dice el sociólogo Edelberto Torres-Rivas, el llamado “Conflicto Armado Interno” fue en realidad un período de violencia política de larga duración, en el que se  exacerbó la represión sistemática contra la oposición política. La “guerra” en Guatemala fue la más brutal del continente durante el siglo veinte: dejó un saldo de 250.000 muertos, entre ellos 50.000 desaparecidos, según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH).
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Los Acuerdos de Paz incorporaron, en principio, un proyecto de nación “multicultural, pluriétnica y plurilingüe”: un reconocimiento formal de la multiplicidad de pueblos que conforman el país, incluyendo pero ya no privilegiando al ladino (en Guatemala el “ladino” no es sólo una denominación del mestizo, sino que es un asunto identitario más complejo: el ladino, escribió el sociólogo guatemalteco Carlos Guzmán-Böckler en su influyente obra de 1970, “Guatemala: una interpretación histórico-social”, es el “no indígena”, la negación de lo indio).

—Mi padre, de Zaragoza, ladino pero curandero. Mi madre, de Itzapa, indígena natural.

Carlos vivía en San Andrés Itzapa, Chimaltenango. Tenía 9 años cuando un grupo de comisionados militares entró en su casa. Carlos estaba con su padre, José María Marroquín Miranda. Se presentaron como “guerrilleros” y lo primero que hicieron fue atar a Carlos a un árbol. Los golpearon. Su padre corrió a la casa de un vecino en busca de ayuda. Poco después Carlos escuchó a los soldados gritar. Luego, una explosión. Una granada.

La familia Marroquín Machán decidió trasladarse de inmediato a su pequeña finca en la costa, en San Andrés Osuna, municipio de Santa María Cotzumalguapa.  Permanecieron cinco años, volviendo a Itzapa cada tanto para comerciar pero manteniendo una distancia prudente hasta que sintieran seguros. 

Cuando entró a su casa, aturdido, Carlos vio el televisor tirado en el sueldo, desarmado por las patadas de los militares. Lo que vio no fue una pantalla rota sino una madeja de circuitos, alambres, resistencias, bobinas, capacitores y transistores. Tres años después rearmó el aparato: con las entrañas del televisor hizo una gran radio receptor que, conectada a una sombrilla, que al principio captaba señales de radio y más tarde señales codificadas. Ya con 12 años escuchaba cosas como: “Alfa alfa”, “Diablo rojo”, “1600 horas en la montaña”.

Los militares demoraron pocos días en darse cuenta que las interferencias en sus comunicaciones venían de una casa que tenía una sombrilla sospechoso montada sobre el techo. A las patadas también acabaron con la radio. Ese día Carlos y su familia no estaban. Habían viajado a la costa. Avisados de la incursión militar, pasaron varios días sin volver.
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A los 14 años, Carlos aprendió a manejar con un camión Chevy Apache del ‘59. Chimaltenango ya era una base militar, epicentro de masacres: desapariciones forzadas,  ataques a la guerrilla urbana, eliminación de estudiantes universitarios. Un lugar en donde se instalaron cientos de destacamentos a los que llamaban “tragahombres”. El ejército era, a la vez, el gran empleador. Hábil para reparar y construir, Carlos consiguió emplearse como mecánico y chofer del ejército.

De manejar vehículos militares pasó a manejar autobuses. Como antes con los televisores, ahora Carlos desarmaba motores y los volvía a ensamblar, modificados, los hacía más poderosos: un motor de 20 velocidades adaptado para trabajar con sólo siete, un sistema de inyección sin mecanismo de seguridad, un autobús recortado de modo aerodinámico para que la aceleración no tuviese contratiempos.

En uno de los viajes conduciendo el bus Carlos vio a un grupo de canadienses que reparaban una bicicleta. Como aquel día en que no vio un televisor destruido sino un montón de cables y transistores, en lugar de una bicicleta lo que Carlos vio fueron poleas, cadenas, pedales, ruedas. Carlos está seguro que esa tarde fue el origen de las bicimáquinas. Ahí estuvo el origen de Maya Pedal, la organización que lo llevó, 15 años después, a las oficinas de Google.


Maya Pedal nació en 1998, cuando transcurría el segundo año de la Paz, “Firme y Duradera”. Como tantos extranjeros solidarios ansiosos por echar una mano en las regiones más afectadas por la guerra, Richard Andrews y su tropa de anarco-ciclistas de Vancouver descendieron hasta Itzapa. Buscaban a alguien con “chispa”, con la energía suficiente para trabajar con bicicletas, y transformarlas en dispositivos con alguna utilidad, que se apropiara del proyecto, le inyectara vida, lo volviera sostenible. Y entonces conocieron a Carlos. Amor a primera vista: máquinas y bicicletas; necesidades e ideas. Media docena de comunitarios conformaron la Asociación Maya Pedal y comenzaron las primeras pruebas con prototipos de lo que serían las bicimáquinas.
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Bajo el mando de Carlos se concretaron los primeros modelos exitosos: el bici-molino, la bici-desgranadora de maíz y la bici-bomba de agua.

—La primera bicimáquina fue un monstruo, un invento colectivo, y se implementó en la aldea El Rosario, de Chimaltenango.

El monstruo sacaba agua de los pozos, pedaleando. La gente estaba fascinada.

Según la ley guatemalteca, una asociación civil debe contar con una junta directiva cuyos miembros no devengan salarios. Mujeres y hombres, la mayoría de ellos mayas-kaqchikeles y algunos ladinos conformaron la junta directiva de Maya Pedal.  Provenían de Itzapa y de algunas comunidades del municipio, algunas a varias horas de distancia en vehículo de doble tracción. Al principio era puro sacrificio. Había fe en el proyecto. Carlos llegó ahí como un empleado de la organización, haciendo a la vez de inventor, encargado de producción, administrador del taller, coordinador del voluntariado y de ventas, tanto de bicicletas como de bicimáquinas. Como empleado no podía pertenecer a la junta directiva. Asistía a las reuniones con voz pero sin voto. Era una receta destinada a provocar tensiones. A la larga, las hubo.

Desde sus inicios Maya Pedal contó con el apoyo de dos organizaciones extranjeras, además de Pedal Canadá: Bikes Not Bombs (BNB), de Boston, y la cooperativa Working Bikes, de Chicago. BNB fue fundada en 1984 por Carl Kurz con el propósito de donar bicicletas a la Nicaragua sandinista. Desde entonces la organización ha donado más de 55.000 bicicletas a diferentes socios en 14 países del Sur Global.  Según la filosofía de la organización, “las bicicletas son herramientas multiplicadoras del desarrollo”, pues aumentan el acceso de las comunidades a oportunidades económicas, educación, salud y estimulan la participación ciudadana.  Maya Pedal era un socio idóneo.  A partir de 2002, BNB y Working Bikes empezaron a donar contenedores de bicicletas de segunda mano a la organización.  Además le brindaban apoyo en el desarrollo de estrategias de crecimiento, facilitaban la articulación en red con otros grupos a nivel internacional y le ayudaban a conectarse con otras fuentes de financiación.
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En 2003 un voluntario de Boston, estudiante del Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT), pasó por Maya Pedal y quedó impresionado con las bicimáquinas.  Era un ingeniero, y aquello de una bicicleta adaptada a un molino, o a un pozo, lo sacudió. Al volver a la universidad, le comentó a uno de sus instructores, Gwyn Jones, que debía conocer el trabajo de la organización y en particular a Carlos, el genio creativo. A finales de 2003 Carlos fue invitado por BNB a participar en una conferencia sobre tecnologías apropiadas en el MIT. Un año después, decenas de estudiantes del Laboratorio de Desarrollo del prestigioso instituto fueron enviados a tomar clases con Carlos. Para Maya Pedale, asociarse con el MIT representaba un vínculo con uno de los centros de estudio tecnológico más potentes del mundo: una relación institucional que le daba credibilidad y estabilidad al proyecto.

Con BNB, Maya Pedal logró a lo largo de los años mantener un flujo constante de bicicletas. Los contenedores de 500 unidades, enviados por vía marítima a Guatemala, llegaban a Puerto Barrios y Carlos tramitaba su desembarque con aduanas.  El convenio entre las organizaciones indicaba que BNB cubría el coste de las bicicletas y del embarque, mientras que Maya Pedal cubría los gastos de desembarque y de traslado terrestre desde la Costa Atlántica hasta San Andrés Itzapa. Si en promedio estos gastos oscilaban para Maya Pedal entre los 40.000 y los 80.000 Quetzales (5000 y 6000 dólares), quiere decir que cada bicicleta, en promedio, costaba unos Q.120 (15 dólares).  Es decir, se pagaba Q.60.000 (7500 dólares) por el contenedor entero.  Carlos vendía la tres cuartas partes de las bicicletas en Itzapa o en el mercado más grande en Tecpán, a un costo aproximado de Q.300 (37 dólares) cada una.  La cuarta parte restante se transformaba en bicimáquinas, que generaban en promedio unos Q.2000 (250 dólares) cada una.

Cada contenedor de 500 bicicletas que viajaba de Boston a Itzapa le generaba a Maya Pedal alrededor de Q.360.000 (45.000 dólares). Con dos contenedores anuales, era un modelo de negocio sostenible con potencial de crecimiento que le permitiría a Maya Pedal no solo cubrir sus gastos fijos, sino ahorrar fondos para la eventual adquisición de un terreno donde podría construir su propia infraestructura, la cual incluiría taller, tienda, área de capacitación para voluntarios y aprendices, además de los dormitorios para su alojamiento. 

Con el crecimiento, empezaron los problemas en Maya Pedal.


Desde el inicio, el talón de Aquiles de la asociación fue la administración financiera.  Uno, dos, tres directores distintos pasaron por el cargo. El primero de ellos, Mario Juárez Siquinajay, fue acusado por la junta directiva de malversar fondos y de utilizar la organización para su enriquecimiento personal. 
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En los años siguientes, la junta fue presidida César Rubelcy Molina Zamora. Ex integrantes de Maya Pedal cuentan que el hombre introdujo pequeños cambios en las prácticas internas de Maya Pedal que volvieron todo más turbio.  “Empezó a distribuir viáticos y dietas a los miembros de la junta.  Contrató a su sobrina para llevar la contabilidad de la organización, a puerta cerrada.  Como presidente, sólo él y el tesorero gozaban de acceso directo a la cuenta bancaria.  A final de mes, las cuentas nunca cuadraban”, recuerda un colaborador cercano de Maya Pedal. 

Si uno calculaba los ingresos por las ventas de bicicletas y bici-máquinas y luego les restaba los gastos fijos, el saldo debía ser positivo al concluir cada año fiscal. “Sin embargo, la organización operaba en rojo la mayor parte del tiempo”, dice el mismo colaborador.

—Estuve diecinueve años trabajando para ellos como si fueran mis dueños —dijo Carlos—. Me pagaban mal y me pagaban tarde; no me daban permiso de viajar cuando me llegaban invitaciones desde el extranjero para ir a dar capacitaciones o para participar en encuentros y foros. 

Cuando Maya Pedal fue uno de tres finalistas para el Curry Stone Design Prize de 2010, más de 4600 máquinas estaban funcionando en Itzapa y en comunidades rurales de todo el país. Había máquinas a pedal sacando agua, moliendo maíz, despulpando café. Medio millar de voluntarios de cuatro continentes habían pasado por el taller y habían sido entrenados por Carlos. De la mano de los estudiantes, los prototipos de Maya Pedal se movían del Perú a Tanzania. Era una evangelización de las tecnologías apropiadas. Un colaborador a quien Caarlos capacitó en Oaxaca, México llevó los prototipos de su maestro al Rajastán en la India y a Zimbabue.

Faltaba poco más de un mes para la premiación en Manhattan y apenas unos días para un asesinato que le daría un nuevo giro a la historia de Carlos y Maya Pedal.


En agosto de 2010 Pantaleón Hernández Pérez tenía 68 años de edad cuando recibió un machetazo mortal en el vientre. Eran alrededor de las seis de la tarde cuando seis hombres armados, los rostros cubiertos por pasamontañas, aparecieron entre la neblina fría en la finca Chibul, camino a la aldea Chicazanga en el municipio de San Andrés Itzapa. Minutos antes, Tiberio y Pascual, de 70 y 78 años, habían bajado al río a traer agua mientras Pantaleón, el más joven de los tres hermanos, preparaba la cena en la pequeña casa de lámina que compartían desde hacía más de treinta años. Cuando Pantaleón escuchó los pasos que descendían entre la vegetación salió a ver qué ocurría.  No le dio tiempo de mediar palabra: un machete afilado fue lo único que alcanzó a ver entre las sombras.
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Sus dos hermanos tuvieron más suerte. Subían por la vereda cuando se encontraron con los hombres, las armas y los machetes. Vieron a su hermano tendido entre la milpa con las vísceras expuestas, aún con vida.  A Tiberio, que en realidad le decían Santiago, le dieron un garrotazo en la cabeza que lo dejó inconsciente.  Y allí, entre la maleza, lo dieron por muerto. A Pascual le dispararon a media distancia con un calibre grueso, probablemente .38, justo arriba de la rodilla derecha: la parte inferior del fémur quedaría destrozada. Inmovilizado y en estado de shock, fue incapaz de buscar ayuda. 

Según consta en el documento policial que registró el relato de las víctimas y testigos, los tres ancianos pasaron la noche entera así, malheridos y tumbados entre el monte, la neblina aislando a cada uno en su infierno personal. Pantaleón agonizaría durante ocho horas antes de morir en la madrugada. 

Todo ocurrió en la finca Chibul, propiedad de Carlos Marroquín.

Cuando Carlos llegó a la finca, su mujer y los cinco hijos lo esperaban rodeados de policías y vecinos.

—Y entonces, ¿usted por qué cree que sucedió esto? —preguntó un oficial a Carlos.

—Yo qué sé. A lo mejor eran leñeros que querían talar nuestros árboles para vender la madera. Nosotros nunca hemos permitido que se talen nuestros palos.

El oficial expuso una segunda hipótesis:

—Esto parece una venganza. ¿Tiene enemigos?

—No, hombre, ¿cómo va usted a creer? La gente me conoce, pregúnteles.

Una semana antes del ataque a sus trabajadores, Carlos había recibido una buena noticia: Maya Pedal había sido nominada para recibir el Curry Stone Design Prize de 2010, un reconocimiento internacional a los diseñadores que atienden con sus inventos diversos problemas sociales. El premio sería otorgado en la sede de Google en Nueva York y él sería el invitado para recibirlo. En su cabeza, la pregunta del policía empezaba a retumbar: el viaje próximo Nueva York, el acto de premiación, la posibilidad de nuevos financiamientos, los problemas internos de Maya Pedal, las rencillas internas de la organización.
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—¿Aló?—respondió Carlos su celular el día después del sepelio de Pantaleón. Caminaba frente a la gasolinera ubicada a la entrada del pueblo.

—¿Don Carlos?  Fíjese que lo acaban de venir a buscar unos hombres armados al taller —le informó David Luna , alias don Efre, un personaje con cierto conocimiento de las bicimáquinas a quien Don Rubelcy había contratado de manera unilateral como reemplazo de Carlos mientras viajaba a Nueva York. 

Asustado, Carlos llamó por teléfono a sus amigos norteamericanos en Boston, sus aliados incondicionales. Uno de sus amigos le sugirió desaparecer por un tiempo de San Andrés Itzapa, irse a Estados Unidos. A Carlos no le disgustaba la idea, pero su esposa no quiso.

La denuncia por la muerte de uno de sus empleados era solo eso, una denuncia. Pasaban los días y el Ministerio Público no tomaba el caso.

El 2010, año del atentado en la finca de Carlos, fue uno de los más violentos de la historia reciente, no sólo en Guatemala sino a lo largo y ancho del “Triángulo Norte” centroamericano, conformado también por Honduras y El Salvador.  La tasa de homicidios, según la Policía Nacional Civil (PNC) guatemalteca, fue de 46.3 por 100.000 habitantes (y 96.04 por 100.000 en la Ciudad Capital). 

Celos, tensiones internas en la junta directiva, disputas de poder habían dejado a Carlos casi sin aliados dentro de Maya Pedal.  Apenas viajó a Boston, el puesto de Carlos en la organización fue ocupado por don Efre. En esos mismos días se cambiaron las cerraduras de la sede y también las contraseñas de los correos electrónicos. Carlos no fue informado de nada.

Cuando en nombre de Maya Pedal recibió el premio en Nueva York, pensó que la organización que había ayudado a crear ya era parte de su pasado.

—Nunca se investigó. ¿No te digo, pues?  Los policías desde que llegaron al lugar de los hechos supusieron que se trataba de un acto de venganza. Levantaron el parte policial y elaboraron un oficio de ley en la fiscalía, pero luego de eso ahí murió el tema.
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Según Torres-Rivas, la herencia del conflicto armado, y su posterior impunidad, tiene como “realidad paralela, por un lado, la incapacidad operativa de los Tribunales y el Ministerio Público. Estas instituciones son inoperantes por su baja calidad profesional, porque son amenazados o se dejan corromper.  O las tres causas juntas.  Y por el otro lado, la desidia, el desinterés o el temor de los civiles”.  Esta explicación ayuda a comprender el testimonio de Carlos acerca del ataque en su finca a sus empleados.

Siguiendo el consejo de su padre, Carlos vendió la finca.

—La malvendí. Era nuestro patrimonio familiar.  Pero quedarnos hubiera sido la muerte segura —dijo Carlos la última vez que lo vimos.


Se fue la luz.  En la sala más futurista que Carlos jamás había visto en su vida, era como una estación espacial orbitando la tierra, lo último en tecnología minimalista—pantallas finas, paneles de cristal, sillas de titanio—ahí, en esa sala, en el corazón de Google en Manhattan, se fue la luz por un momento.

Carlos estaba presentando su bicidesgranadora, cuando de pronto su voz dejó de escucharse por los parlantes invisibles. Se encendieron las luces de emergencia. Carlos aprovechó la situación y desde el podio dijo: “¿Ya ven? Con un bici-generador de electricidad podríamos continuar la presentación”. La audiencia soltó una sonora carcajada.
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“A ver: ¡un voluntario! ¿Quién quiere desgranar esta mazorca?”. Una mujer esbelta, con falda ceñida y tacones, se subió al escenario y se lanzó a pedalear.  Caían los granos de maíz como pepitas de granizo en la cubeta metálica. Hubo risas, murmullos, comentarios de aprobación. Un hombre de traje azul y corbata roja se quitó el saco, y dejó ver sus tirantes de amarillo fosforescente.  Tomó el lugar de la mujer y en cinco pedalazos desgranó otras dos mazorcas. De pronto había una docena de personas de pie, rodeando la bicimáquina, todos sonreían  admirados.
Maya pedal había llegado a Nueva York como finalista, por lo cual aseguró un premio de 10.000 dólares.  El premio mayor quedó en manos de Elizabeth Scharpf de Sustainable Health Enterprises, quien se llevó 100.000 dólares.


Carlos volvió a Guatemala dos meses después de la premiación dispuesto a fundar la primera Escuela de Tecnologías Apropiadas. Bici-Tec, así la llamó. La instalación tiene piso de tierra y techo de lámina. Frente a sus alumnos –entre los que estaban Janine Cobos, una activista mexicana-americana de Los Ángeles y Matthew Deyo, un estudiante rubio del MIT graduado en ingeniería aeroespacial- Carlos dijo:

—Todo empieza por un dibujo.

Lo escuchaba también Zani Gichuki, una ingeniera civil que viajó desde Kenya para recibir el curso de creación de bicimáquinas. Todos aprendían que los planos de cada invento existen únicamente en su cabeza. Los dibujos se destruyen. No hay evidencia. Solo soldaduras, ideas y necesidades.¿Las patentes? Ninguna.

—Este es un conocimiento que se debe transmitir con la práctica y la oralidad —dijo Carlos.
Carlos, con una sacudida, borraba cada pieza de una bicimáquina de la pizarra y pasaba la página para pensar en otra cosa.
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Carlos comparte un espíritu y una filosofía con la mayoría de grupos y colectivos con los que ha intercambiado saberes de manera directa o indirecta en el transcurso de los últimos 20 años, tales como la Universidad de la Tierra y CACITA (el Centro Autónomo para la Creación Intercultural de Tecnologías Apropiadas) en Oaxaca, el CIDECI (el Centro Indígena de Capacitación Integral) en San Cristóbal de las Casas, Chiapas—muy cercano a las bases de apoyo zapatistas—, las reservas del pueblo hopi en Arizona y Shikshantar: el Instituto de los Pueblos para Repensar la Educación y el Desarrollo en Udaipur, India.  Así, a través de Bici-Tec y su nueva escuela de tecnologías apropiadas, Carlos busca ampliar las capacidades productivas de las comunidades mediante la transformación de la técnica—los instrumentos que podemos emplear—y la tecnología –la manera social de emplearlos.

Según CACITA, las comúnmente llamadas tecnologías alternativas o apropiadas, en el fondo buscan aplicar los saberes locales en sus propios contextos sociales y políticos.  De esa manera, las herramientas pueden ser ecológicamente sensatas, socialmente justas y económicamente factibles. 

Para mediados de 2014 hay bicimáquinas funcionando en Tanzania, Senegal, Brasil, México y en las reservas hopi del desierto de Arizona; las hay también en Udaipur, ciudad en el estado indio del Rajastán, así como en los suburbios empobrecidos en las afueras de Harare, Zimbabue, donde la gente busca opciones dignas de subsistencia bajo el régimen férreo de Mugabe.

El 2014 fue el año de la prueba piloto para la escuela.  Dos estudiantes llegaron desde los Estados Unidos y una desde Kenya.

—Es importante que también haya estudiantes guatemaltecos. Esta vez duró seis semanas el curso y en el futuro queremos que dure entre dos y tres meses.  Para la gente sencilla es difícil costearlo por eso la idea es que los extranjeros subsidien parte de la matrícula de los locales.

A pesar de su alejamiento de Maya Pedal, Carlos conservó las alianzas con Bike Not Bombs y Working Bikes. Cada cierto tiempo, BNB le envía un contenedor cargado de cientos de bicicletas.
Al finalizar la clase Carlos recibió un llamado: una bicibomba y una bicidesgranadora se habían estropeado. Lo esperaba un viaje de una hora y media.



¿Qué son las bicimáquinas?



Son máquinas impulsadas con fuerza de pedales, siendo una tecnología intermedia. Herramienta que sirve para apoyar la economía familiar, obteniendo una capacidad más alta que la manual. Cada bicimáquina está construida artesanalmente en nuestro taller utilizando bicicletas usadas, concreto, madera, y metal. Hemos diseñado varios modelos que son funcionales y económicos.
Es un gusto compartir nuestros diseños con otras organizaciones que trabajen con tecnología apropriada. Por favor, contáctenos con sus pedidos.


Si quieres conocer más de este tema sigue este vínculo: http://www.revistaanfibia.com/cronica/la-era-de-las-bicimaquinas/