Energía Y Desarrollo
Sustentable
Las sociedades humanas generan un
importante impacto en el medio ambiente, como resultado de sus actividades. La
agricultura, la ganadería y la pesca, la minería, la industria o los servicios
son los responsables de lo que la mayoría de las veces se traduce en un grave
deterioro.
En este sentido cabe señalar que la
producción y el consumo de energía generan efectos que se manifiestan en forma
de calentamiento global, contaminación atmosférica, lluvia ácida, contaminación
radiactiva o vertidos de hidrocarburos, entre otros, dando lugar a graves
afecciones medioambientales.
Para evaluar el impacto de las
actividades relacionadas con la energía debemos tener en cuenta su ciclo
completo y no sólo sus etapas finales. De este modo, no se debe centrar la
atención únicamente en el ámbito puramente inmediato de los procesos de
producción y consumo, sino que se deben estudiar también las actividades
extractivas que determinadas fuentes energéticas requieren, el impacto del
transporte previo a su utilización, así como los procesos de tratamiento a que
deben someterse antes de ser utilizadas. Igualmente hay que estudiar no sólo
los focos de emisión de contaminantes a la atmósfera, hidrosfera y suelos sino
que hay que seguirlos hasta su destino final en los ecosistemas, llegando
finalmente hasta el hombre. Todo ello considerando que sus efectos son
susceptibles de extenderse en el tiempo y el espacio.
Como subproducto de las actividades de
producción de energía se generan contaminantes que afectan a la atmósfera, la
hidrosfera, el suelo y los seres vivos. Estas emisiones contaminantes tienen
una doble naturaleza. Por un lado existe una contaminación inherente a la operación
normal de los sistemas de producción y por otro una contaminación producida, en
situaciones catastróficas de carácter accidental. Ambas deben ser valoradas y
reducidas hasta niveles asumibles en términos medioambientales y
socioeconómicos.
En esencia, se trata de implementar
tecnologías que permitan reducir la contaminación en origen, estudiar su
impacto sobre el medio y la capacidad de éste para diluir, transferir y
asimilar esta contaminación, determinando los límites por encima de los cuales los
efectos pueden llegar a hacerse irreversibles. Al tiempo se intenta diseñar
estrategias que permitan la recuperación del medio ambiente de los daños
causados.
La atmósfera está compuesta por una
mezcla de gases: nitrógeno (78%), oxígeno (21%), dióxido de carbono (0,04%) y
otros gases inertes, en pequeñas proporciones, como el helio, neón, argón,
xenón y kriptón. También existen cantidades de metano (CH4) y otras variables
de vapor de agua. Se cree que la atmósfera es el resultado de procesos químicos
y fotoquímicos realizados a distintas velocidades de escape del campo
gravitacional terrestre. Si se estudia la composición de la atmósfera en
relación con las de otros planetas, resulta especialmente anómalo el hecho de
que la atmósfera esté tan oxidada y su bajo contenido en hidrógeno. Lo primero
se explica, según algunas teorías, por el efecto de la fotosíntesis de los
vegetales y según otras por la foto disociación de las moléculas de agua.
La atmósfera se divide en capas
esféricas a partir de la distribución vertical de la temperatura, con sus cimas
marcadas por pausas:
- Troposfera.
- Estratosfera.
- Mesosfera.
- Termosfera.
La troposfera es la más cercana a la
Tierra y donde ocurren los fenómenos importantes desde el punto de vista
meteorológico: vientos, anticiclones, depresiones, frentes, huracanes, nubes de
lluvia, etc.; en su parte inferior conocida como capa límite y que no suele
sobrepasar los 2-3 km se producen principalmente los procesos relacionados con
la contaminación atmosférica. La estratosfera que se extiende desde los 10
hasta los 50 km es generalmente muy estable. La mesosfera se extiende hasta los
80 km aproximadamente. Por último la termosfera llega al límite externo de la
atmósfera y recibe directamente la energía de la radiación solar y en ella
tienen lugar fenómenos como la aurora.
Los agentes contaminantes presentes en
la atmósfera pueden ser de origen tanto natural como artificial. Entre los
primeros cabe destacar los producidos por las emisiones de polvo y gases de los
volcanes, los incendios forestales naturales, o las partículas salinas
dispersas por las tormentas. Aunque en ocasiones la contaminación natural ha
revestido gran importancia, baste recordar los efectos del volcán Pina tubo en
Filipinas, lo cierto es que la forma de contaminación que más efecto tiene en
la atmósfera es la de origen humano o antropogénico.
La gran importancia que se le da a la
contaminación atmosférica y a su control viene dada por una doble causa: por un
lado su impacto sobre el clima, influyendo en el efecto invernadero, del que
nos ocuparemos después, y por otro por su comportamiento como vehículo que
transporta los contaminantes a otros lugares, a veces a grandes distancias y a
otros medios como el suelo o el agua. También, con gran frecuencia, es el lugar
donde se producen reacciones químicas que generan nuevos contaminantes. La
dispersión de los contaminantes emitidos por una determinada fuente, viene
condicionada por factores como la velocidad del viento, las turbulencias y los
remolinos que éste produce y por las turbulencias térmicas. Otros factores
secundarios son la lluvia, la niebla y la radiación solar.
El mayor impacto, y el que más preocupa
globalmente, es el causado por la emisión a la atmósfera de los gases
producidos en la combustión, de la madera y sobre todo de los combustibles
fósiles (carbón, petróleo y gas).
Tomemos como ejemplo el carbón. Como
resultado de su combustión se generan fundamentalmente:
- Gases de efecto invernadero: dióxido de carbono
(CO2).
- Monóxido de carbono: CO.
- Gases precursores de la lluvia ácida: dióxido de
azufre (SO2) y óxidos de nitrógeno (NOX)
.
- Vapor de agua.
- Partículas, incluyendo en ocasiones metales
pesados.
- Compuestos orgánicos.
Del mismo modo, la combustión del
petróleo y sus derivados, como la gasolina o el gasóleo, generan unos
resultados que se asemejan a los del carbón. En ellos se puede disminuir
sensiblemente la proporción de azufre, para reducir la emisión de SO2. En el
extremo contrario se encuentran las emisiones de NOX más altas,
responsables del smog fotoquímico, tan frecuente en nuestras ciudades.
Igualmente es posible reducir el contenido de metales pesados, plomo, presente
en las gasolinas utilizadas en el transporte terrestre. Un efecto particular es
el causado por las emisiones de la aviación en la estratosfera, que es como
hemos dicho especialmente estable, pudiendo verse afectada la capa de ozono por
las emisiones de óxidos de nitrógeno.
Las emisiones producidas por la quema de
la madera se parecen a las del carbón y aunque su uso ha decaído
extraordinariamente en el mundo desarrollado, el consumo de leña sigue teniendo
una gran importancia en amplias áreas de África y Asia. En cualquier caso el
impacto mayor viene causado por la deforestación que se genera cuando su explotación
se hace de forma descontrolada.
Por último el gas natural se presenta, de forma creciente, como una alternativa más limpia, que permite reducir el impacto medioambiental del resto de los combustibles fósiles. En él resulta más fácil la reducción en su producción de la cantidad de azufre y partículas, al tiempo que en la combustión genera CO2 y NOX en cantidades mucho menores por unidad de energía útil producida.
Por último el gas natural se presenta, de forma creciente, como una alternativa más limpia, que permite reducir el impacto medioambiental del resto de los combustibles fósiles. En él resulta más fácil la reducción en su producción de la cantidad de azufre y partículas, al tiempo que en la combustión genera CO2 y NOX en cantidades mucho menores por unidad de energía útil producida.
La atmósfera, por sí misma, tiende a
eliminar los contaminantes de varias formas:
- Lavado.
- Agregación.
- Sedimentación por gravedad.
- Turbulencia.
En el primer caso las gotas de lluvia
acarrean los contaminantes al pasar entre ellos. En la agregación, se unen a
las gotas que forman las nubes y se precipitan luego con ellos. La
sedimentación por gravedad se da en el caso de partículas grandes (>20
micras) o de otras pequeñas que se agregan por diferentes razones formando
partículas grandes que se sedimentan. También se produce la bioasimilación de
ciertos compuestos por parte de los seres vivos.
La diferencia entre el ritmo de
depuración natural y el de producción de los contaminantes es la causa de que
los contaminantes aumenten a escala global. Tal es el caso paradigmático del
CO2, cuya concentración ha aumentado sensiblemente en los últimos 200 años como
efecto de la actividad industrial. También existen excepciones a esta
eliminación de los contaminantes, especialmente en el caso de compuestos poco
reactivos, cuyo tiempo de permanencia en la atmósfera puede ser muy largo.
Además de los contaminantes que podemos
denominar primarios, se producen reacciones químicas en la atmósfera que
generan nuevos agentes, contaminantes secundarios, que inciden muy
negativamente en el medio ambiente originando problemas como la lluvia ácida y
el smog foto-químico.
Lluvia ácida es el término que se emplea
para denominar a cualquier forma de precipitación (agua, nieve, granizo o
niebla) que tiene una acidez superior a un nivel determinado. El nivel de
acidez, PH, a partir del cual se considera lluvia ácida es de 5,5 o inferior.
La acidez normal del agua de lluvia es de 5,6, debido a la disolución del
dióxido de carbono atmosférico en el agua. Más ampliamente el fenómeno es
conocido como deposición ácida.
Las características propias de los
ácidos se deben a la presencia de iones de hidrógeno H+, formados por un átomo
de hidrógeno sin su electrón, que liberan cuando se encuentran disueltos en
agua. Cuanto mayor es la concentración de iones de hidrógeno mayor es la
acidez, y menor el PH, la variable con que se mide.
El análisis de la lluvia ácida pone de
manifiesto la presencia de dos ácidos: ácido sulfúrico (H2SO4) y ácido nítrico
(HNO3), en una proporción de dos a uno. Su origen está en la emisión en la
atmósfera dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno. Estos óxidos se consideran
los precursores de la lluvia ácida: liberados en grandes cantidades en la
troposfera pueden transportarse a grandes distancias y originar en regiones
distantes de la fuente, el fenómeno de la lluvia ácida. El proceso en esencia
es el siguiente: los óxidos de azufre y de nitrógeno reaccionan en la atmósfera
con el agua y el oxígeno para producir ácido nítrico y sulfúrico, que se
disuelve en las gotas de lluvia o se absorbe en las partículas presentes para
terminar precipitándose de esta forma en la tierra.
Las fuentes de estos contaminantes
primarios, precursores de la lluvia ácida son de carácter natural (volcanes,
incendios forestales y la actividad bacteriana) y antropogénico, producidos por
la actividad industrial y muy especialmente por las centrales térmicas donde se
queman combustibles fósiles para producir energía. Otra fuente de naturaleza
antropogénica muy importante son las emisiones producidas por el transporte por
carretera, basado en vehículos propulsados por motores de explosión.
La contaminación de origen humano es con
mucho la principal responsable de la lluvia ácida por su mayor volumen y por la
elevada concentración de los contaminantes en las áreas industriales y urbanas.
Además los niveles de emisión han tendido a crecer con la industrialización.
Los efectos de la lluvia ácida se hacen
sentir sobre:
- Las aguas continentales, produciendo un descenso
del PH, factor crítico en la supervivencia de los animales acuáticos,
incapaces de sobrevivir en medios tan ácidos.
- Las masas forestales, especialmente las
coníferas, que sufren una defoliación y una mayor vulnerabilidad ante las
plagas que las hacen sucumbir finalmente.
- Las cosechas y los suelos agrícolas.
- Efectos en las construcciones humanas, sobre todo
en ciertos materiales como la piedra caliza.
La lluvia ácida es la responsable de un
serio declive de los bosques de Europa Central y de la acidificación y
consecuente desaparición de la vida en muchos lagos de Escandinavia. Igualmente
ha afectado a extensas áreas de Norteamérica y Japón.
Conscientes del problema, los países
industrializados se hallan empeñados en disminuir las emisiones causantes de la
lluvia ácida. La mayor parte de la responsabilidad de las emisiones de dióxido
de azufre, SO2, reside como ya dijimos, en las centrales térmicas que queman
carbón y es en este campo donde se están tomando las iniciativas más
importantes:
- Se trata de incidir sobre la calidad de los
combustibles, sustituyendo unos tipos de carbón por otros o empleando
otros alternativos como el petróleo o el gas.
- Se emplean métodos de lavado del carbón, que
tienen el inconveniente de producir una gran contaminación en las aguas.
- Se emplean sistemas de combustión como el
denominado de lecho fluido, de arena y caliza, que neutraliza las
emisiones.
- Se instalan torres de lavado de gases
(scrubbers), que hacen pasar los gases producto de la combustión a través
de un spray de partículas de agua que contienen caliza disuelta y que
neutraliza el dióxido de azufre.
- Se sustituyen por otras centrales (nucleares o
renovables) que no consumen combustibles fósiles y no generan este tipo de
emisiones.
Por último hemos de tratar un fenómeno
típico de las grandes urbes, generado por las emisiones contaminantes del
tráfico urbano y los efectos de las radiaciones solares: el smog foto-químico.
Las ciudades que gozan de un clima soleado y sufren una elevada densidad de
tráfico, como Los Ángeles o Madrid, se ven especialmente afectadas. Se origina
a partir de los óxidos de nitrógeno, procedentes fundamentalmente de los tubos
de escape, y los hidrocarburos presentes en el aire. Una vez en la atmósfera,
reaccionan gracias a la energía de la luz solar, dando lugar al llamado smog
fotoquímico. Su componente más dañino es el ozono troposférico O3, que lejos de
resultar beneficioso como el estratosférico, que a gran altura nos defiende de
las radiaciones ultravioleta, provoca irritaciones en las mucosas, en los ojos
y en el sistema respiratorio y daña seriamente a la vegetación. Otro
contaminante secundario que también se genera en este tipo de reacciones es el
nitrato de peroxiacetilo (PAN).
Entre las soluciones que se barajan,
todas tratan de incidir sobre las emisiones originadas por el parque
automovilístico, principal responsable del problema:
- Obligación de instalar convertidores catalíticos
en los tubos de escape.
- Instalación de métodos de control por ordenador
del funcionamiento del motor.
- Desarrollo de mejoras en la mecánica del motor:
sistemas mejorados de inyección, convertidores catalíticos mejorados, etc.
- Utilización alternativa de nuevos tipos de motor:
eléctricos, híbridos gasolina-eléctricos, de pila de combustible,
hidrógeno, propulsados por gas natural, etc.
Todos estamos familiarizados con los
invernaderos, edificios con grandes superficies de cristal o plástico que
permiten el cultivo de especies vegetales propias de climas cálidos en otros
más fríos. El principio en que se basan es el siguiente: el vidrio que forma el
techo y las paredes del invernadero permite el paso de la radiación solar, que
es absorbida por el aire, los objetos que hay dentro y por la superficie
interior del invernadero, siendo emitida a su vez por éstos en forma de radiación
infrarroja hacia el exterior que a su vez es bloqueada por el vidrio, de forma
que la temperatura en el interior del invernadero aumenta.
El clima de nuestro planeta es un
sistema complejo, fruto de la interacción de la atmósfera, la hidrosfera (mares
y océanos), la criosfera (casquetes polares), la biosfera y la litosfera,
incluyendo los suelos. Por otro lado se sabe que el clima no ha sido algo
estático a través del tiempo. Gracias a las evidencias geológicas se conoce la
existencia de periodos glaciares que se han ido alternando con otros más
cálidos. Entre las causas que se han aducido para justificar esta alternancia
se pueden citar cambios cíclicos en las radiaciones solares, variaciones en la
trayectoria e inclinación del eje de rotación terrestre, etc. Además existen
evidencias de variaciones en la composición de la atmósfera que pudieron
influir en la evolución del clima en épocas pasadas.
A un nivel planetario, se estima que un
tercio de la radiación solar que incide sobre la Tierra es reflejada al
espacio, el resto penetra y es absorbida por el aire, el agua, la tierra y las
plantas, convertida en energía térmica y emitida en forma de radiaciones
infrarrojas que se devuelven a la atmósfera. Los gases como el dióxido de
carbono, CO2, el metano, CH4, el óxido nitroso, N2O, y los CFC juegan un papel
análogo al de los cristales del invernadero, permitiendo el paso de las
radiaciones solares, pero cerrándoselo a las radiaciones infrarrojas,
originando así un calentamiento de la atmósfera terrestre. El vapor de agua H2O
es también un gas de efecto invernadero, pero al estar en la atmósfera en
proporciones muy variables no se conoce con exactitud su contribución total en
el proceso. Los gases antes citados presentes en la troposfera absorben estas radiaciones.
A estos efectos sólo es importante la troposfera porque la estratosfera está
térmicamente aislada de la parte más baja de la atmósfera y por tanto de la
superficie del planeta.
Este efecto, totalmente natural, lejos
de ser perjudicial, es el que permite la existencia de la vida en la Tierra al
elevar la temperatura, que de otra forma sería del orden de 33º C, más baja. De
esta forma los gases de efecto invernadero, que como el CO2, CH4 o el N2O,
o el H2O se encuentran de forma natural en la atmósfera se convierten en los
reguladores del clima, influyendo según sus concentraciones en éste.
Dentro de este esquema hay que tener en
cuenta que el nivel de CO2 que se encuentra presente en la atmósfera de
forma natural es producto del equilibrio entre las emisiones naturales y las
cantidades de esta gas que se fijan por lo que se conoce como sumideros de CO2:
la cubierta vegetal y los océanos. Sin embargo el impacto de la
industrialización, en los últimos doscientos años, ha venido a trastocar este
equilibrio: el consumo de combustibles fósiles, que libera grandes cantidades
de CO2 inmovilizadas en eras geológicas pasadas, es el principal responsable de
que las concentraciones de este gas hayan pasado de 280 a 360 ppm.
Aproximadamente un incremento del 23%, entre 1870 y 1991.
Adicionalmente el aumento de la
población humana en todo el planeta ha supuesto un crecimiento paralelo en las
necesidades de tierra cultivable, que ha sido la causa de la la roturación de
enormes extensiones de bosque, generalmente por medio del fuego, sobre todo en
los trópicos, destruyendo así estos sumideros y aportando cantidades muy
significativas de CO2 a la atmósfera. La comunidad científica cree que de
no tomarse las medidas adecuadas y continuar creciendo al ritmo actual el consumo
de combustibles fósiles y la deforestación, las concentraciones se duplicarán
entre 2030 y 2050.
El CO2 es el gas con mayor
importancia en la contribución antropogénica, no natural, al calentamiento
global. Se estima que es responsable de un 60% del total. Le sigue en
importancia el metano, CH4, que supone sobre un 20% y del que se estima que la
mitad de sus emisiones son responsabilidad humana (ganado vacuno, arrozales y
emisiones de gas natural). Al óxido nitroso, N2O, se le atribuye una responsabilidad
del 6% y su origen se atribuye a los abonos nitrogenados. Finalmente los
clorofluorocarbonos (CFCs), sustancias totalmente artificiales, son
responsables de un 14% del total.
Responsabilidad de los
distintos gases en el efecto invernadero.
Estos incrementos en los gases de efecto
invernadero son, en opinión ya prácticamente unánime de la comunidad
científica, los responsables de la elevación de la temperatura media del
planeta experimentada en las últimas décadas. Según el informe de 2001 del
IPCC, esta ha aumentado 0,6 ºC en los últimos cien años. Las predicciones del
IPCC para el año 2100 estiman que la temperatura global ascenderá entre 1,4 ºC
y 5,8 ºC, según los cálculos. Los cinco años más calurosos que se han
registrado desde 1860, fecha en que comenzaron a realizarse medidas fiables,
han tenido lugar en los últimos 10 años.
Como consecuencia de este aumento global
de las temperaturas se está empezando ya a constatar una reducción en la
superficie de los glaciares de montaña y una disminución de los casquetes
polares (En el Ártico un 10% en extensión y un 40% en grosor), lo que sin duda
acelerará el proceso de calentamiento al reducir el efecto albedo producido por
estos. Como resultado el nivel del mar podría ascender entre 0,1 y 0,9 metros.
Existen otras estimaciones, como las de la NASA, que pronostican que la subida
del nivel del mar será de entre 0,4 y 0,65 metros. En cualquier caso estas
subidas del nivel del mar pueden ser potencialmente catastróficas al suponer la
inmersión de los espacios costeros donde se concentra un elevado porcentaje de
la población mundial. También se cree que el calentamiento global no será
homogéneo y que será mayor en los polos que en el ecuador, con lo que se
modificará la forma en que fluye el calor entre estos y se alterarán los
sistemas atmosféricos (borrascas, anticiclones, etc.) lo que podría traducirse
en importantes variaciones en el régimen de precipitaciones de diversas áreas
con la acentuación de sequías y lluvias torrenciales. Todo ello es de esperar
que tendrá un importante impacto, por ahora difícil de estimar en los
ecosistemas naturales y en las áreas cultivadas, así como en el aumento de las
catástrofes producidas por causas meteorológicas.
Como hemos dicho esta visión es la m?
extendida entre la comunidad científica, con una abrumadora diferencia. Todo
ello gracias al acúmulo de evidencias presentadas por los climatólogos, aunque
existen opiniones, muy pocas, que todavía niegan que exista una relación
directa entre el aumento de las emisiones de los gases de efecto invernadero
debidas a la actividad industrial y el calentamiento global. Se aduce en contra
la complejidad del mecanismo del clima y el desconocimiento de todos los
factores implicados como el papel del vapor de agua, así como la existencia de
cambios en el clima producidos por causas naturales en periodos geológicos
anteriores.
Lo que si esto? fuera de toda duda es la
gran complejidad de los factores implicados. Por ejemplo la actividad volcánica
parece ser responsable con la emisión de grandes cantidades de cenizas a la
atmósfera de la formación de un velo que refleja los rayos del sol. Igualmente
las emisiones de origen antropogénico de aerosoles contaminantes provenientes
de las fábricas, centrales térmicas, motores de explosión, etc. podrían estar
detrás del fenómeno conocido como oscurecimiento global, consistente en una
disminución de la cantidad de radiación solar que llega a la superficie
terrestre. Algunos científicos lo relacionan con catástrofes como las sequías y
hambrunas que se produjeron en el continente africano en los años 80. También
se afirma que puede estar enmascarando aumentos mayores del efecto invernadero.
Para terminar hay que decir que los
científicos estiman que los mecanismos que se han puesto en marcha al alterar
la composición atmosférica por la actividad antropogénica son muy difíciles de
detener y aunque se logre estabilizar la proporción de dióxido de carbono en la
atmósfera, dada la gran inercia del sistema climático la temperatura del
planeta seguirá aumentando y con ella el nivel del mar durante siglos. Lo que
s? que ser? posible, sin embargo, ser? influir en esta evolución y hacer que
los daños sean menores. Para ello se han tratado de poner en funcionamiento
acuerdos internacionales, como el Protocolo de Kioto.
Con el fin de aminorar las emisiones de
CO2 de origen intrico se barajan distintas alternativas:
- Optar por otras alternativas no basadas en los
combustibles files: renovables, energía nuclear.
- Mejorar la eficiencia enérgica.
- Implementar mecanismos para
capturar las emisiones de CO2 a la atm?fera y confinarlas en
el subsuelo
- Luchar contra la deforestación?
Aproximadamente el 74% de la superficie
del planeta Tierra está cubierto por agua, bien sea que esté en estado líquido
o sólido. La hidrosfera está compuesta por: mares y océanos, lagos de agua
dulce, mares interiores y lagos salados, ríos, marismas y humedales, aguas
subterráneas, glaciares y casquetes polares. Estos últimos constituyen la
llamada criosfera.
Los principales efectos contaminantes
producidos por la producción de energía en la hidrosfera se derivan de:
- Los vertidos accidentales o no de hidrocarburos
ocurridos durante el transporte en:
- Desastres marítimos.
- Averías en oleoductos.
- Vertidos intencionados por limpieza de tanques,
etc.
- Los efectos de la lluvia ácida sobre las aguas
continentales.
- Los efectos de la minería y otras actividades
extractivas.
- La contaminación térmica en las aguas
continentales producida por las centrales productoras de energía (atómicas
y térmicas).
- Los vertidos de residuos nucleares en los
océanos.
Los problemas derivados de los vertidos
de hidrocarburos, pueden llegar a ser de enorme importancia, afectando a
extensas áreas, y alcanzando dimensiones catastróficas. Baste pensar en
tragedias como la del Exxon Valdez o más recientemente del Prestige. Sin
embargo, desde el punto de vista técnico, también pueden ser controlados con
relativa menor complicación, comparados con otros que afectan a la atmósfera,
cuyo alcance es sin duda mayor a pesar de todo. En muchos casos las soluciones
técnicas existen y se trata de tomar medidas legislativas e impulsar su eficaz
cumplimiento para establecer políticas preventivas y correctoras que pueden con
una adecuada planificación, disminuir el problema hasta dimensiones
controlables o hacerlo prácticamente desaparecer.
El suelo no es como podría parecer a
primera vista un medio inerte, que se limita a ser mero soporte de las
actividades de los seres vivos. Constituye un sistema complejo y dinámico
integrado por tres componentes: partículas minerales, detritus y organismos que
se alimentan de esos detritus. En él se producen procesos biológicos y
geoquímicos fundamentales para el mantenimiento de los ciclos de los
nutrientes. De este modo el suelo provee a las plantas de nutrientes, actuando
también como el medio en el que crecen. En resumen, de su mantenimiento depende
el sostenimiento de los ecosistemas terrestres y particularmente de los
cultivos humanos.
Con respecto a los agentes
contaminantes, se aprecia que su pervivencia en el suelo es más larga que en la
atmósfera o la hidrosfera, por lo que con frecuencia son más difíciles de
detectar, factor que ha influido en la menor preocupación que la contaminación
del suelo ha generado tradicionalmente. Además las diferencias existentes en
los diversos tipos de suelo y su cubierta vegetal hacen más difícil cualquier
intento de generalización sobre el particular.
Entre los procesos de degradación de los
suelos inducidos por las actividades relacionadas con la producción de energía
se encuentran:
- La acidificación.
- La contaminación por metales pesados y compuestos
orgánicos (hidrocarburos).
La primera, consecuencia de la lluvia
ácida, de la que hemos tenido tiempo de ocuparnos, depende de dos factores: la
carga de contaminantes recibida y de la propia sensibilidad del suelo. Para
evaluar el impacto del depósito se ha creado el concepto de carga crítica,
umbral por debajo del cual no se registran efectos apreciables. Igualmente es
aplicable al segundo tipo de contaminación.
Finalmente existen otros impactos sobre
el suelo relacionados con la energía que se derivan de la minería del carbón,
especialmente a cielo abierto, que suponen la destrucción total de ecosistemas
enteros y graves problemas que no siempre son fáciles de subsanar con medidas
correctoras.
Los efectos sobre la biosfera pueden
clasificarse del siguiente modo:
- Sobre la cubierta vegetal.
- Sobre los animales y especialmente el hombre.
Ambos, animales y plantas, sufren un
estrés añadido causado por la contaminación que los hace más vulnerables a
otros factores ambientales como enfermedades y parásitos. Lo que provoca que
con frecuencia sea difícil aislar los efectos de un contaminante determinado.
Los efectos sobre la vegetación son
causados fundamentalmente por la lluvia ácida y el ozono troposférico y pueden
tomar dimensiones muy graves en algunos lugares, como ha ocurrido con grandes
áreas forestales en Europa Central y Norteamérica. Un caso especial es el de
los líquenes, asociación simbiótica de un hongo y un alga, que son
extremadamente sensibles a la contaminación atmosférica, lo que les ha valido
el jugar un papel de bioindicadores de la salud de la atmósfera de un
determinado lugar
La interacción de los contaminantes y
los animales, a nivel celular y molecular tienen un especial interés. En lo que
toca a los seres humanos son causantes de problemas crónicos y agudos:
- Enfermedades respiratorias: bronquitis crónica,
enfisema, asma, etc.
- Cáncer, al producirse una interacción entre los
contaminantes y el material genético, con el resultado de la producción de
mutaciones. Aunque no está claramente establecida, por la gran diversidad
de los factores implicados, la relación directa entre cáncer y
contaminación atmosférica.
Finalmente hay que hacer notar los
efectos corrosivos que los elementos contaminantes tienen sobre los materiales
que componen los bienes de los seres humanos: metales, piedra y cemento,
pinturas, papel, cerámicas, etc. Los contaminantes más corrosivos son el
dióxido de azufre, el ácido sulfúrico, el ozono troposférico y el ácido
nítrico. Quizá la manifestación más dramática de este problema sean sus efectos
sobre el patrimonio histórico y artístico de la Humanidad, visible en muchos
cascos históricos y áreas monumentales del mundo industrializado.
Se pueden cifrar los principales
impactos medioambientales de la energía nuclear en los siguientes puntos:
- Peligro de accidente nuclear.
- Peligro de utilización bélica.
- Producción de residuos radiactivos.
- Contaminación térmica de las aguas.
Además de todo lo referido hasta ahora
existen otros impactos ambientales derivados de la producción energética. Son
quizá menos importantes globalmente, pero en muchas ocasiones tienen una gran
efecto en el ámbito local.
Ni siquiera las conocidas como energías
renovables, verdes o limpias están exentas de ciertos costes ambientales. Entre
ellos podemos destacar:
- Los derivados de la construcción de grandes
centrales hidroeléctricas.
- El impacto sobre el paisaje y la avifauna que
pueden crear los parques eólicos.
- Los problemas de deforestación que el uso
incontrolado de la biomasa puede generar.
- Los problemas causados por los tendidos
eléctricos.
- La invasión de espacios naturales para hacer
realizar explotacioness petrolíferas.
Área geográfica /año
|
1987
|
1990
|
1996
|
1997
|
Cuota Total %
|
América del Norte(*)
|
2.095
|
2.231
|
2.471
|
2.490
|
29,3
|
América del Sur
y Central |
253
|
270
|
341
|
357
|
4,2
|
Europa
|
1.738
|
1.739
|
1.787
|
1.782
|
20,9
|
Antigua Unión Soviética
|
1.353
|
1.397
|
923
|
891
|
10,5
|
Oriente Medio
|
226
|
253
|
340
|
352
|
4,1
|
África
|
191
|
212
|
249
|
258
|
3,1
|
Asia y Oceanía
|
1.493
|
1.746
|
2.307
|
2.376
|
27,9
|
Total Mundo
|
7.352
|
7.850
|
8.421
|
8.509
|
100
|
Países OCDE
|
4.202
|
4.437
|
4.917
|
4.950
|
58,2
|
Unión Europea (15)
|
1.266
|
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